El último libro terminado este año.
Un libro de sensaciones, en el que mientras lees, escuchas a
los personajes, sus pensamientos.
Y los personajes son cercanos y a la vez exóticos. Y no lo
digo por el Sr. Ozu, un japonés rico que se instala en el 7 de la parisina calle
Greneille, destapando la caja de pandora tan celosamente guardada por Renée, la
portera del lujoso inmueble, para su propia protección.
La portería de Renée es el escondite perfecto para ella
misma, para Manuela, su amiga (“ten solo una amiga, pero elígela bien”)
portuguesa, “aristócrata” de nacimiento y asistenta en varios de los lujosos
apartamentos de 400 m .
de la mencionada finca, para Paloma, la niña de 12 años, superdotada y que
busca movimientos y pensamientos profundos en el mundo para no tener que
pegarle fuego a su propia casa.
Paloma busca y se esconde, Renée camufla con cautela su
propia esencia, hasta que Ozu llega y las ve, y salen a la luz. Otros no las
han visto nunca.
Hacía un mes que terminé Anna Karenina, y este libro, (que fue un éxito al que yo, como
siempre y con absoluta consciencia, llego tarde), es un préstamo familiar, (vi
a mi hija leerlo con avidez;;;), así es que, una vez más la casualidad me ha
hecho gozar, si: gozar, de una lectura dulce y chispeante. Porque si has leído
A.K. hace poco y te topas de nuevo con Levín sintiendo la lluvia fresca sobre
los hombros durante una dura jornada de trabajo en el campo, y con el comienzo
de la novela camuflado en un diálogo, (todas
las familias felices se parecen, las infelices lo son cada una a su
manera - ¡Madre mía, Sr. Tolstoi, que forma de comenzar una novela!!!),….no
me digáis que no se siente un regustillo burbujeando alrededor del
pensamiento!!!
Como siguiendo el camino sembrado de un fino humor, se va leyendo esta
historia, coincidiendo con Renée a cerca del uso de la palabras y su
significado y de esa sensación que a veces se tiene de degustarlas literalmente
cuando se escuchan o se pronuncian aderezadas adecuadamente en una frase;
percibiendo esos instantes de deleite íntimo que muchas veces no somos capaces
de paladear.
Una lectura amable, un bonito libro, con el que reflexionar
sobre lo que se presenta a cada instante ante nosotros y no vemos, con el que
re-descubrir, una vez, más la belleza de las pequeñas cosas, la armonía en los
pequeños movimientos, la emoción que nos causa el sentir el contacto entre
nuestro pensamiento y el de los otros….”porque una camelia puede cambiar el
destino”.
Quiero que el 2014 sea el año de las pequeñas cosas.
Ese es mi deseo para tod@s.
